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Artistas de Cuba y Venezuela manifestaron en un encuentro virtual las dificultades de expresarse en sus países

Ser artista en países con regímenes totalitarios puede ser peligroso. Expresarte de cualquier forma o por cualquier medio te puede llevar a la cárcel o sufrir una constante persecución y hostigamiento por parte de las fuerzas de seguridad del poder. Así lo manifestaron algunos de los expositores del segundo encuentro virtual de KaribeArte, que reunió a activistas del 27N y del Movimiento San Isidro por Cuba, de Labo Ciudadano y Comadres Púrpuras por Venezuela, y de Festivales Solidarios por Guatemala.

El encuentro virtual se centró en indagar indagar sobre los desafíos y los limites de las protestas pacíficas que conjugan arte y activismo, y también en tratar de conocer los procesos de cada artista o gestor cultural en su país. Los relatos de cada uno sirvieron para conocer las duras realidades socio-políticas de cada lugar.

El artista visual cubano Julio Llópiz-Casal, quien hace parte del Movimiento San Isidro, contó cómo las cosas han ido cambiando en la isla, donde antes algunas protestas era solo hechos aislados. Cree que gran parte de los cambios se deben a la apertura de Cuba a la información con el acceso a internet desde el 2018, que, aunque sea un servicio costoso, les ha permitido a los ciudadanos conocer otras realidades y organizarse entre ellos.

“Lo que hemos avanzado como sociedad civil en estos 3 años ha sido mucho”, dijo el artista que vive en La Habana.

La gestora cultural cubana Kizzy Macias coincidió con su compatriota. Para ella esta apertura significó un cambio fundamental en Cuba.

“Gracias al internet el mundo conoció a los acuartelados de San Isidro, pero también lo conocieron dentro de la Isla. El internet hizo que la gente de las otras ciudades sepan lo que pasa, porque por ejemplo con el Maleconazo de 1994 (una de las protestas más grande desde el inició de la revolución cubana) nadie en la isla se enteró”, dijo Macias.

Julio Llópiz-Casal (Facebook)
Julio Llópiz-Casal (Facebook)

La gestora cultural contó que desde que se nace en Cuba se está bajo el adoctrinamiento, y que esto afecta a todos los aspectos de la vida. “Es como una venda en los ojos o un filtro con el que entiendes la realidad a través de ellos o una especie de hipnosis colectiva”, describió Macias, quien estudió psicología en Cuba.

Llópiz-Casal, por su parte, dijo que desde que es pequeño tiene claro que está bajo un régimen totalitario en decadencia. Y dijo que por muchos años creyó que podía vivir al margen de la realidad social de su país, ser un artista sin estar involucrado en los político. Pero amigos artistas (como Luis Manuel Otero Alcántara, quien se encuentra en estos momentos en la cárcel) lo fueron llevando sin darse cuenta al activismo.

“La vida me puso en esa posición, no podía vivir al margen y no podía quedarme cruzado de brazos. Yo me siento en la obligación de tener una postura. Es una posición cívica, un derecho que tiene como ciudadano”, dijo el artista visual.

Macias se volcó al activismo en Cuba en el 2008, cuando era psicóloga y “carne propia” vio cómo sufría la gente. Al ver esta realidad de una parte de Cuba que desconocía, de una parte que vivía una pobreza aún mayor, más marginal, quiso por sus propios medios de hacer algo, gestionar recursos y ayudar. Primero habló con la universidad para crear un proyecto, pero le dijeron que no; luego se acercó a instituciones oficiales del estado, y la respuesta también fue negativa.

“Me di cuenta que la única solución era hacerlo uno mismo. A partir de ese momento comencé un proyecto de arte comunitaria para que la gente pudiera expresarse, porque el arte es una lengua universal para crear conciencia. Los artistas en los sistemas totalitarios son quienes han logrado cambios. En ese aspecto creo que el arte ha sido fundamental en Cuba”, aseguró la gestora cultural.

En el encuentro también participó la gestora cultural guatemalteca Lucia Ixchíu, quien relató las enormes dificultades que atraviesan las comunidades indígenas en Guatemala, un país que es azotado por la violencia de pandillas, el narcotráfico y la pobreza.

Kizzy Macias. (Facebook)
Kizzy Macias. (Facebook)

“No quería involucrarme en nada que tuviera con lo político pero cuando hubo una masacre contra un población indígena y vi el racismo de los medios fue que empezó mi etapa de activismo. Quería poner mi conocimiento, mi educación, al servicio de la sociedad”, dijo Ixchíu.

Por último, miembros de Labo Ciudadano y Comadres Púrpuras de Venezuela contaron cómo en su país el régimen chavista ha cortado progresivamente los espacios en el que los artistas se pueden expresar. Estos lugares de encuentros también se han visto limitados por la enorme violencia e inseguridad que se vive en el país.

“Es muy duro volver a la calle, da mucho miedo, hay mucha intimidación. Para mí a pesar de la intimidación siempre uno encuentra un espacio. Y hay lugares que están prohibidos para ciertas personas y para otras no”, dijo Seymar Liscano, de Labo Ciudadano.

“El chavismo es muy hábil en sembrar la desesperanza y dejar lo político en manos de la elite corrupta. Y nos mantiene a la ciudadanía alejada de la política, polarizada y confrontada”, añadió su compañero Ángel Zambrano.

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