5 pueblos soñados de Francia alejados de las multitudes
¿Dónde descubrir lo que los franceses llaman “la France profonde”? La respuesta tiene que estar en las muchas pequeñas ciudades y pueblos lejos de las grandes urbes.
Con sus entornos históricos, sus pequeñas tiendas, sus mercados, sus terrazas y su vida local, muchas de las pequeñas localidades de Francia esperan ser descubiertas. Esta ruta de pueblos y aldeas no solo reúnen alternativas agradables a la vista, sino que todos son totalmente únicos entre sí.
1 – Domme, en el corazón del Medioevo
En la región de Aquitania, en la zona de Dordoña-Perigord, hay villas medievales históricas, más propias de un cuento, que permanecen impertérritas ante la modernidad y la tecnología manteniendo su esencia y fisonomía.
Domme, es uno de estos mágicos pueblos, actualmente poco poblado, pero con un gran atractivo turístico por su excelente estado de conservación. Original del siglo XIII esta villa medieval , todavía mantiene parte de la muralla que protegía de posibles asedios.
Aquí se trata de recorrer el sitio, y sentirse parte. El mirador justo al lado de la iglesia ofrece un panorama del Valle y del río Dordoña fascinante. La iglesia y algunas casas históricas ayudan a imaginar la vida en Domme siglos atrás, así como la Plaza del Mercado o la Plaza de La Rueda.
Domme es una villa tranquila y agradable, con algunos buenos restaurantes que merecen la pena como Les Templaires donde degustar productos de la zona en un ambiente único.
2- Honfleur, hecho a pinceladas
Honfleur, en Normandía seduce con sus encantos de pueblo de pintores. Bonitas callejuelas bordeadas de casas con fachadas de entramados de madera, tiendas y restaurantes típicos convierten este puerto normando en uno de los lugares más bonitos de la costa del norte de Francia.
El lugar excepcional del Vieux-Bassin, en el centro de la ciudad, y las casas estrechas y altas que lo rodean son maravillosas.
Es recomendable visitar La Lieutenance y la puerta de Caen, vestigios de las fortificaciones originales. La iglesia Sainte Catherine está construida con madera y es un símbolo del pueblo costero.
La iglesia Saint-Étienne ha sido convertida en Museo de la Marina, donde se podrán descubrir la apasionante historia de exploradores como Roberval, que salió hacia Canadá en 1541 o el Marqués de la Roche (1596).
La capilla Notre-Dame-de-Grâce es testigo de las primeras exploraciones que marcaron los principios de la colonización de Canadá. Vale apreciar el Puente de Normandía, uno de los puentes más grandes del mundo.
3 -Ploumanac’h, la Costa de Granito Rosa
Entre Trébeurden y Perros-Guirec, se encuentra esta región llamada así por los gigantescos bloques de granito que surgen al borde del litoral.
Es el paraíso de las pequeñas calas con arena blanca y agua turquesa, paisajes salvajes y el sendero de los aduaneros, que conviene recorrer a pie para disfrutar mejor de los encantos de una naturaleza insólita y preservada.
En todo el mundo solo existen tres litorales de granito rosa, producto de la mezcla de tres minerales (mica, feldespato y cuarzo): en China, en Córcega y en la Bretaña francesa. Esta curiosidad geológica natural merece más de una visita, por la belleza de los lugares naturales y la vegetación, y para disfrutar de los encantos de una Bretaña salvaje y misteriosa.
De este a oeste, el recorrido comienza en las rocas de Ploumanac’h, en Perros-Guirec, antiguo puerto pesquero convertido en localidad playera, con dos puertos de recreo y tres grandes playas. En Perros-Guirec también destaca la capilla de Nuestra Señora de la Claridad, Monumento Histórico, y el museo de la Historia y las Tradiciones de Baja Bretaña.
Desde el precioso pueblo de Ploumanac’h parte un sendero muy apreciado, el GR 34, que permite recorrer toda la Costa, y descubrir rocas espectaculares en el. Desde el faro, edificio destacado de Ploumanac’h, se puede divisar el castillo de Costaérès y el archipiélago de las Siete Islas (Rouzic, Malban, les Costans, Bono, la isla de los Monjes, la isla Plana y los Ciervos), reserva natural que alberga la colonia de aves marinas más importante de la Francia metropolitana: aquí hay gaviotas, cormoranes, pingüinos, halcones peregrinos e incluso una colonia de focas gris. Solo la isla de los Monjes es accesible en barca.
En Ploumanac’h destaca el oratorio de Saint-Guirec, un monumento que parece flotar en el mar con la marea alta…
4- Chartres, historia y aroma
Chartres, la capital de la luz y del perfume. Ubicada a las puertas de París y de los Castillos de Loira, Chartres tiene fama internacional gracias a su catedral destacada como Patrimonio Mundial del UNESCO.
Chartres adquirió peso muy temprano en la historia de Francia. Ocupada desde el Neolítico, verá pasar muchos grandes hombres que han forjado la historia del país, desde Henri IV a Jean Moulin.
Pasear por las avenidas donde reina el bullicio en torno a los puestos del mercado, permite acceder al encanto de un pequeño puente desigual franqueando el río, la elegancia de una fachada, el resplandor de las vidrieras de las iglesias, la riqueza de los museos con mil tesoros, la magia de Chartres en Luces, pasión por una artesanía de arte, fragancias en la Fiesta del Perfume, frescor en una terraza cerca de un molino de agua.
Chartres también posee calles pintorescas, casas con secciones de madera, cerros conectando la ciudad alta y la baja, puentes de piedra y antiguos lavaderos inclinados sobre el Eure.
Es un destino para el buen vivir: encuentro con artesanos de sabores, degustación de numerosas especialidades, momento relax en terrazas y callejeo en el mercado, y donde el perfume tiene un lugar destacado: el Espíritu del Perfume, museo dedicado a él, y “Autrica”, el perfume para mujer a la imagen de la ciudad.
5 – Saint-Guilhem-le-Désert, Olivos y vinos
Saint-Guilhem-le-Désert está ubicado en el valle de Hérault, Languedoc-Roussillon, al sur de Francia. El valle de Hérault alberga un paisaje mediterráneo, así como una famosa región vinícola salpicada de olivares. Es un lugar de profundas gargantas y pueblos pintorescos con un gran patrimonio cultural. Los mercados de esta zona están llenos de productos cultivados en casa, y las aceitunas y los vinos son deliciosos degustados al son de las cigarras.
En el corazón de las gargantas del Hérault, en el Val de Gellone se encuentra el pueblo medieval conservado de Saint-Guilhem-le-Désert. De callejuelas antiguas y estrechas y sinuosas que se extienden desde la plaza principal de la Place de la Liberté con su imponente plátano de 150 años, ideal para descansar bajo el sol. Las casas se acurrucan juntas bajo sus techos de tejas tostadas por el sol.
Su abadía está registrada como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO junto con el tramo francés del Camino de Santiago a Santiago de Compostela en el oeste de España.
La abadía de Saint-Guilhem-le-Desert debe su nombre a un niño, nieto del duque de Aquitania, y uno de los caballeros escogidos del emperador Carlomagno. Era un cristiano devoto que terminó sus días en el monasterio de Gellone y dotó a la abadía con una reliquia de la Cruz Verdadera, que le regaló Carlomagno. Gracias a esta reliquia, el monasterio pronto prosperó y se convirtió en un importante lugar de peregrinaje en el sur de Francia.
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