“El que no esté de acuerdo se puede ir”: el día que Menem firmó los indultos de Videla, Massera y Firmenich
Hace 31 años el presidente Carlos Saúl Menem daba a conocer una segunda lista de indultos a militares condenados por delitos contra los derechos humanos y dirigentes montoneros que actuaron en la década del 70. En realidad la decisión presidencial no nació de un día para otro sino que fue parte de una prolongada y cuidada decisión.
La cuestión de los indultos formaba parte de la agenda de debate político que venía del gobierno del presidente Raúl Ricardo Alfonsín. En octubre de 1989, se conoció una primera lista de indultos y en diciembre de 1990 el Presidente dio otra lista, en la que estaban incluidos los comandantes en jefe juzgados y condenados en 1985. De esta lista los más conocidos eran Jorge Rafael Videla y Emilio Eduardo Massera.
La cuestión ya se discutía a siete meses de la elección presidencial de 14 de mayo de 1989 y una prevista asunción del nuevo mandatario en diciembre del mismo año. En esos días pocos se atrevían a hablar de indultos, amnistías o “borrón y cuenta nueva” y se refugiaban detrás de algunos eufemismos, pero lo cierto era que el problema golpeaba las puertas de los despachos cotidianamente.
Es más, se conocían diálogos que manifestaban un absoluto desconcierto. Página 12 dio a conocer un encuentro realizado el 28 de septiembre de 1988 entre el Presidente de la Nación con el jefe del Estado Mayor del Ejército, teniente general Dante Caridi:
Caridi: Yo no sirvo más, me voy – dijo al tiempo que adelantaba que se iba a producir un “retiro en cascada de los altos mandos”.
Alfonsín: ¿Esto es un planteo, general?
Caridi: No es un planteo, pero en estas condiciones yo no mando en el Ejército y así no tiene sentido seguir. Yo necesito tener algo que ofrecer a la Fuerza. Lo único que pido es que los juicios queden congelados. La solución de fondo ya la tengo arreglada con Menem.
Todavía no se habían realizado las elecciones presidenciales y ya Alfonsín daba la sensación de ser un “pato rengo”.
Lo sintomático de todo esto es que nadie salía a aclarar si lo publicado era cierto, medianamente cierto o totalmente falso. Lo real, entonces, era que la tensión castrense era cada día mayor, que el gobierno nacional podía hacer cada vez menos para solucionar los problemas porque había sumergido al país en una creciente crisis económica y social y que no estaba en condiciones de ofrecer una “solución final” al problema. Mientras se maceraba una respuesta al problema militar, los políticos y los jefes militares aseguraban que el problema “no tiene salida jurídica, sino política.”
”Los indultos dispuestos a fines de 1989 y a fines de 1990 no fueron el resultado de una especulación política o la consecuencia del cálculo de quien espera sacar un rédito personal inmediato”, le dijo Menem al periodista Mario Baizán años más tarde.
Luego agregó: “Cuando decidí los indultos tuve en cuenta sobre todo la necesidad de reconciliación que mostraba una sociedad argentina, que recién salía de escenas de guerra civil, y de guerra social como las que se verificaron en el pico de la hiperinflación de 1989 […] Era necesario dar vuelta una página de sangre, y era necesario hacerlo para el bien de todos los que me habían confiado el mandato de conducir la Nación. Aún cuando ellos mismos estuvieran en contra.”
El 14 de mayo de 1989, Carlos Saúl Menem derrotó en las elecciones presidenciales a Eduardo César Angeloz en el contexto de una crisis argentina en todos los órdenes. Días más tarde el presidente Alfonsín y Menem se encontraron el la residencia de Olivos y la “cuestión” de los indultos volvió a salir a la luz pública.
Según el presidente electo, el 31 de mayo de 1989, mientras caminaban por los jardines, Alfonsín “me presentó a mí un decreto firmado de indulto para militares y quería que yo pusiera mí firma convalidando la medida”. Como era de esperar las declaraciones de Menem al matutino Ámbito Financiero fueron negadas por el oficialismo. Unos pocos años más tarde Menem volvería a explicar la situación: “Cuando ya estaba claro que su gobierno terminaba antes de cumplir su mandato, el doctor Alfonsín quiso que firmáramos juntos el decreto de los indultos a los comandantes del Proceso, como si en ese momento nuestras rúbricas hubieran sido legítimamente equiparables.”
Horacio Jaunarena, el Ministro de Defensa de Alfonsín, entiende de otra manera el problema: “Menem parecía estar animado por la misma idea de Alfonsín de unir a los argentinos, aunque siguiendo el camino exactamente inverso. Se estaba consagrando nuevamente la impunidad, el olvido por decreto y la pretensión de borrar las responsabilidades por el trágico pasado.”
Entre la entrevista en la residencia de Olivos y la asunción presidencial de Menem el sábado 8 de julio de 1989 los medios de comunicación fueron reflejando el clima que se preparaba para las futuras decisiones del Poder Ejecutivo. Nadie del mundo político podía hacerse el distraído. En uno u otro sentido se deslizaban frases del futuro presidente o de sus operadores que intentaban esclarecer el futuro institucional.
El concepto inicial ya aparecía más amplio porque no solamente se hablaba de beneficiar a los militares sino también a jefes guerrilleros de la organización Montoneros. Solo quedarían afuera del supuesto indulto los atacantes del Regimiento de La Tablada del 23 de enero de 1989 y algunos jefes del Ejército Revolucionario del Pueblo.
El lunes 3 de julio de 1989, el Jefe del Estado Mayor General del Ejército, general Francisco Gassino, acompañado por el general Francisco Fiorda, visitó a Menem en La Rioja. Durante el encuentro le rindió un crudo informe sobre el estado económico de su Fuerza puntualizando, entre otros detalles, que los proveedores habían restringido la comida entre la tropa y hacían acopio de combustible frente a los futuros aumentos. “La dirigencia política ahora está informada. Lo importante –dejó trascender el Ejército como advertencia- es que no se podrá alegar después ignorancia ni distracción”. También se habló sobre la cuestión del indulto, amnistía, pacificación. En fin, todavía no se sabía cómo calificar a la futura decisión.
El sábado 8 de julio Carlos Menem pronunció frente al Parlamento Nacional su discurso inaugural. Dio algunas señales de sus futuros pasos, cuando dijo:
* “Se terminó el país del ‘todos contra todos’. Comienza el país del ‘todos junto a todos’”.
* “No existe otra manera de decirlo: el país está quebrado, devastado, destruido, arrasado”.
* “Si la Argentina no está donde debe estar, no es por culpa del país sino por responsabilidad de los argentinos. De nuestras divisiones, de nuestros lastres históricos, de nuestros prejuicios ideológicos, de nuestros sectarismos.”
* “Yo quiero ser presidente de un reencuentro, en lugar de transformarme en el líder de una nueva división entre hermanos. Por eso no vamos a perder tiempo para concretar la reconciliación de todos los argentinos”.
* “Ha llegado la hora de que cada argentino tienda su mano al hermano, para hacer una cadena más fuerte que el rencor, que la discordia, que el resentimiento, que el dolor, que la muerte que el pasado. Ha llegado la hora de un gesto de pacificación; de amor, de patriotismo. Tras seis años, de vida democrática no hemos logrado superar los crueles enfrentamientos que nos dividieron hace más de una década. Vamos a decirle que jamás se alimentará un enfrentamiento entre civiles y militares, sencillamente porque ambos conforman y nutren la esencia del pueblo argentino”.
Por esas horas el Cardenal Raúl Francisco Primatesta mantenía un encuentro reservado con Menem en la que el Presidente trataba al cardenal de “Eminencia” y le prestaba atención, por lo menos en detalles que se convertirían en mensajes a la sociedad:
Menem: Eminencia, usé la palabra ‘necesito hablar con Usted’ porque quería escucharlo, consultarlo. Estoy herido por el país. No se puede gobernar con tantas heridas abiertas y yo que sufrí busco cerrar esas heridas. Le quiero comentar que estoy pensando en un indulto y para mí su opinión es muy importante.
Primatesta: Ustedes los políticos hablan de indultos, nosotros los curas hablamos de reconciliación. Presidente, avance con la reconciliación.
Menem: ¿Qué puede opinar el cardenal (Antonio) Quarracino (Arzobispo de Buenos Aires) de esto?
Primatesta: En esta reunión yo soy también Quarracino.
Paralelamente comienza a trascender que los ex miembros de la organización Montoneros habían firmado en abril de 1989 una declaración titulada: “Compromiso solemne por la pacificación y reconciliación nacional sustentadas en la justicia social y la autocrítica nacional”. En la misma sostenían que “la historia argentina de las últimas décadas está signada por una guerra civil intermitente, con sucesivas falsas antinomias que dividieron y enfrentaron a sectores del Pueblo y de la Nación Argentina.” También afirmaban que “no hay entre los argentinos absolutamente ningún sector libre de culpa y errores”.
El largo escrito firmado por Mario Firmenich, Roberto Cirilo Perdía, el “Vasco” Vaca Narvaja, Jorge Cepernic, Oscar Bidegain y varios más fue entendido como una de autocrítica por su conducta del pasado. El texto montonero llamó la atención y fue depositado a los pie de la Virgen de Lujan. Como bien recuerda Jaunarena en su libro La casa están en orden, en la misma dirección se interpretó al discurso del jefe del Estado Mayor Conjunto, brigadier Teodoro Waldner, de diciembre de 1986, cuando reconoció los errores cometidos por las Fuerzas Armadas en la década del 70 y definió sus palabras como una “garantía a los oficiales jóvenes”.
En agosto de 1989 se pensó realizar una misa de “reconciliación” en la Basílica de Lujan pero la iniciativa decayó por no encontrar el entusiasmo necesario e imaginar que la iniciativa solo buscaba la libertad del máximo jefe montonero.
Ya se hablaba de un indulto por esos días que podría estar, inicialmente, acotado. No entrarían en la primera tanda los ex comandantes en jefe, el ex general Carlos Suárez Mason y Mario Eduardo Firmenich.
La iniciativa se dio en dos pasos, si bien algunos presionaban para que se concediera en una sola instancia. Mientras se definían las distintas situaciones jurídicas de los imputados más importantes, el sucesor de Gassino, el correntino general Isidro Cáceres, el lunes 24 de julio convocó a 27 oficiales que habían participado en los episodios de Semana Santa, Monte Caseros y Villa Martelli y les solucionó su situación militar. Se cumplía así con el compromiso de amnistía interna acordado en Villa Martelli (diciembre de 1988).
El sábado 7 de octubre de 1989, de manera sorpresiva, en La Rioja, Menem le dijo al periodismo: “Voy a anunciar el indulto; el que no está de acuerdo se puede ir, que nadie va a ofenderse”. Salvo alguna excepción, a decir verdad, nadie se conmovió y conservaron sus puestos. Años después opinarían diferente.
El mismo sábado el Presidente se comunicó con Raúl Granillo Ocampo, Secretario Legal y Técnico, y salieron a la luz pública los decretos 1002, 1003, 1004 y 1005 (y sus anexos) que ya habían sido rubricados la noche anterior en Olivos. Al decir del teniente general Cáceres, “los indultos que anulan las penas pero no las faltas cometidas” eran una decisión presidencial comprendida por el artículo 86, inciso 6 de la Constitución Nacional (de 1853).
Los primeros decretos que beneficiaron a 300 imputados fueron conocidos el domingo 8 de octubre, día del cumpleaños de Juan Domingo Perón (1974) y la captura de Ernesto “Che” Guevara en Bolivia (1967):
Decreto 1002/89: Indultaba a todos los jefes militares procesados que no habían sido beneficiados por las leyes de Punto Final y Obediencia Debida, excepto el ex-general Carlos Guillermo Suárez Mason, que había sido extraditado de los Estados Unidos. Entre los indultados se cuenta Albano Eduardo Harguindeguy en la causa en la que el presidente Menem lo querelló, con lo cual un delito que puede perseguirse de oficio se convierte en un crimen privado, susceptible de perdón por el ofendido.
Decreto 1003/89: Indultaba a líderes y miembros de los grupos guerrilleros y otras personas acusadas de subversión, entre ellas personas que se encontraban muertas o “desaparecidas”. También indulta a militares uruguayos.
Decreto 1004/89: Indultaba a todos los participantes de las rebeliones militares de Semana Santa y Monte Caseros en 1987 y de Villa Martelli en 1988.
Decreto 1005/89: Indultaba a los ex-miembros de la Junta de Comandantes Leopoldo Galtieri, Jorge Isaac Anaya y Basilio Lami Dozo, condenados por los delitos cometidos en la conducción de la Guerra de las Malvinas.
El 30 de diciembre de 1990 se conoció la segunda tanda de indultos a los jefes militares y ex guerrilleros:
Decreto 2741/90: Indulta a los ex miembros de las juntas de comandantes condenados en el Juicio a las Juntas de 1985 Jorge Rafael Videla, Emilio Massera, Orlando Ramón Agosti, Roberto Viola, y Armando Lambruschini. Indultaba también a los militares condenados en crímenes de lesa humanidad Ramón Camps y Ovidio Riccheri.
La fórmula que acompaña a cada uno de los decretos presidenciales sostiene:
* “Visto las medidas dispuestas por el gobierno nacional para crear las condiciones que posibiliten la reconciliación definitiva entre los argentinos, y considerando: que una profunda reflexión sobre la situación imperante en la República lleva a concluir en la necesidad de que el poder Ejecutivo Nacional realice, respecto de los actos de violencia y de los desencuentros habidos en el pasado inmediato, una última contribución para afianzar el proceso de pacificación en que están empeñados los sectores verdaderamente representativos de la Nación”.
* “Que sobre la base de tal convicción y de la experiencia adquirida a más de un año de las acciones iniciadas con el dictado de los decretos N 1002 y N 1003 del 6 de octubre de 1989, se considera llegado el momento de complementarlas, con igual finalidad y propósito que los que animaron tales decisiones”.
* “Que los fundamentos vertidos en los considerandos de los decretos aludidos resultan íntegramente aplicables al presente, toda vez que concurren en el caso los mismos presupuestos sociales, políticos y jurídicos.”
* “Que cabe puntualizar, no obstante, que esta medida es sólo un mecanismo político, constitucionalmente previsto para crear las condiciones de la pacificación nacional. No implica en manera alguna que estos objetivos hayan sido alcanzados, ni que esté garantizado alcanzarlos; es una más entre las muchas medidas que el gobierno nacional, sacrificando convicciones obvias, legítimas e históricas, está dispuesto a propiciar para lograr la pacificación de la república”.
* “Que el Poder Ejecutivo Nacional pretende crear las condiciones y el escenario de la reconciliación, del mutuo perdón y de la unión nacional. Pero son los actores principales del drama argentino, entre los cuales también se encuentran quienes hoy ejercen el Gobierno, los que con humildad, partiendo del reconocimiento de errores propios y de aciertos del adversario, aporten la sincera disposición del ánimo hacia la reconciliación y la unidad”.
Decreto 2742/90: Indultaba a Mario Eduardo Firmenich, líder de la organización guerrillera Montoneros.
Decreto 2743/90: Indultaba a Norma Bremilda Kennedy procesada por malversación de fondos públicos.
Decreto 2744/90: Indultaba a Duilio Antonio Rafael Brunello condenado a inhabilitación absoluta y perpetua por el delito de malversación de fondos públicos.
Decreto 2745/90: Indultaba al ex-ministro de Economía José Alfredo Martínez de Hoz procesado por el secuestro contra Federico y Miguel Ernesto Guthein. El ex Ministro fue prontamente sobreseído durante el gobierno de Alfonsín.
Decreto 2746/90: Indultaba al ex militar Guillermo Suárez Mason.
Esta serie de indultos presidenciales salieron semanas más tarde del fracaso de la asonada de un minúsculo sector del Ejército encabezado por el coronel Mohamed Alí Seineldín contra el gobierno constitucional y que fuera severamente reprimido por el jefe del Estado Mayor, general Martín Félix Bonnet.
SEGUIR LEYENDO: