Carta a Petro
Mi mamá tenía un dicho, “obras son amores y no buenas razones”. Y mi viejo tenía otro: “los países no se acaban”. Quiero, presidente Gustavo Petro, hablarle de qué significa para mí, lo que me enseñaron los viejos y lo que quiere decir para los próximos cuatro años en los que usted ostentará el primer cargo de la nación.
Usted llega a gobernar un país dividido como pocas veces había sucedido en nuestra historia. Tal vez en la violencia de los 50. O irónicamente la elección del año 70 que dio origen al M-19. Además, con un odio feroz que solo necesita una chispa para incendiar a Colombia. Se siente la tensión, el miedo. Las redes sociales, esa cloaca que da resonancia a lo peor del ser humano, solo incrementa ese sentimiento que está expandido por toda la nación.
Pero la verdad me llenó de ilusión ver las celebraciones por su victoria. Pacíficas, tranquilas. Llenas de esperanza. Y el resultado del domingo pasado demuestra la madurez de una democracia que usted quiso destruir desde las armas y hoy lo coloca en la Presidencia. Semejante acto de generosidad es difícil de comprender para cualquiera, pero debe igualmente llenar de humildad ante tamaña responsabilidad.
Sé las expectativas que hay a su alrededor y las presiones a las que lo van a someter para mover agendas propias por un lado o saciar sed de venganza por otro. Pero el presidente es usted. Y usted nos representa a 50 millones de colombianos. A todos. Y ese debe ser su primer papel, gobernar para todos los colombianos.
Para ello, lo primero es recoger la vocería de los temas críticos. Hay muchos por ahí hablando y haciendo propuestas que solo atemorizan y crean más desazón. Recuperar la esperanza, o por lo menos la tranquilidad, de esa mitad de colombianos que hoy no la sienten debe ser tarea del hoy. Y tarea suya, pues un gobernante incluyente debe trabajar especialmente para quienes no creen en él, así muchas veces se sienta esa exasperación, esa dificultad de comunicar y hasta ese resentimiento.
Sé que hemos estado enfrentados ferozmente durante más de dos décadas. Pero este momento es el de ayudar a construir un puente donde nos podamos encontrar. Sin dejar de lado nuestras diferencias o los principios que cada uno pregona. Pero sí pensando en el país de nuestro hijos y nuestros nietos. Este estado de cosas, solo puede llevarnos a un abismo del cual será difícil salir.
Yo como millones de los que no votamos por usted queremos que le vaya bien. Si a usted le va mal a todos nos va mal. Eso no quiere decir que no critiquemos, y con toda la fuerza posible, cuando se abuse del poder, se limiten libertades o se propongan ideas insostenibles. Como tampoco que apoyemos lo que creemos sea necesario, sea bueno para el país y sea sostenible en el tiempo. Así lo hice con su idea del tranvía por la séptima que es una lástima no se haya vuelto realidad.
Tomar decisiones impopulares va ser fundamental en este camino. Cuente conmigo para apoyarlo en esos momentos de soledad cuando haga lo correcto y no lo popular. No olvide que Churchill fue derrotado unos pocos meses después del fin de la Segunda Guerra pero hoy tiene su sitio en la historia.
La izquierda colombiana tiene en usted el primer ejemplo de éxito. Sin armas. Sin violencia. Pero ese camino tienes hoy dos aristas. La del totalitarismo de Chávez, Maduro, Ortega, Castro que ya tiene escrita su historia de indignidad, de saqueo, de corrupción, de nepotismo, de violaciones masivas de derechos humanos. O la de la izquierda socialdemócrata de Lagos, de Bachelet y de mi personaje favorito de la izquierda continental el gran Pepe Mujica. Que construyeron sobre lo construido, que dejaron caminos de progreso y libertad y que abrieron el paso a otras izquierdas siempre comprometidas con la democracia y la libertad.
Y volviendo a mis padres. Los países sí se acaban. Mi viejo estaba equivocado. Venezuela es el ejemplo más claro de destrucción colectiva en la historia del continente. Y el país más rico en recursos naturales de la región. Y esperaré a ver lo hechos para poder acompañarlo de lejos sin pedir nada a cambio en este viaje que inicia el siete de agosto porque un hecho claro y contundente vale más que mil palabras.
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