Leandro Saifir: “No sé por qué está tan mal visto ser obeso, nos tratan como si fuéramos personas inferiores”
“Hace tiempo que estoy en las redes y nunca había tenido esta posibilidad de demostrar lo que me gusta a mí, que es la comedia. Y ponerle a todo, un condimento gracioso”, cuenta Leandro Saifir, el elegido de Tini, Emilia Mernes y otras celebridades, quien encontró su lugar en Estamos en Una, por República Zeta, todos los días de 13 a 15.
Su trayectoria proviene de las redes sociales, y aunque lo suyo es el humor, no olvida que debió superar momentos duros para llegar hasta acá. El viaje desde su Salta natal -donde enfrentaba prejuicios y discriminación- hacia Buenos Aires para estudiar Medicina, su vida como hemofílico y la actitud contra la gordofobia le dieron a Leandro la autoridad necesaria para reírse y desdramatizar todo.
—Tuviste que recurrir al humor para salir de situaciones dolorosas, ¿no?
—Sí. Yo me volví así: hoy en día mi arma protectora, mi escudo, sería el humor. Porque me pasó de chico haber sufrido bullying por la obesidad, y dije: “¿Por qué no lo doy vuelta y me río con esa persona para demostrarle que no es más que yo? Soy igual que él”.
—¿De qué edad estamos hablando?
—Y… cuando era chiquito, todo arrancó ahí. En la primaria. Siempre me gustaba llamar la atención, hacer chistes a mis amigos. Yo estaba en Salta, que es una sociedad totalmente diferente. Hay otros pensamientos, es retrógrada. Hay otra gente.
—¿Tenés registro sobre cuándo empezaste a sufrir bullying?
—Sí. La primera vez estaba en una clase y me dijeron “Buda”. Y yo: “Ja, ja, ja”, ni idea. Cuando llegué a mi casa averigüé qué era un Buda y la pasé fatal. Lo más doloroso fue cuando me dijeron gordo. Sonó como un eco en mi cabeza: “Gordo, gordo, gordo…”. Yo dije: “Bueno, soy gordo, tengo que aceptar que soy gordo y él es flaco. Y yo puedo hacer lo mismo que él”. Lo miraba así porque si no, uno se deprime, se siente inferior.
—¿Cómo transcurrió la escuela en Salta?
—Muy bien. A mi siempre me gustó el deporte entonces hacía natación, vóley, fútbol, básquet. Afuera (de la escuela) hacía golf, tenis, todo. No me condicionaba. Obviamente, cuando hice gimnasia artística, porque también hice gimnasia artística, y tenía que hacer un rondo, no me daba la panza con el cuello, pero bueno, lo hice.
—¿El humor te sacó del lugar del bullyineado a convertirte en líder?
—Cien por ciento. También al factor humor, cuando me declaré gay y toda esa movida, lo usé con mis amigos en Salta.
—¿Qué pasó cuando contaste que eras gay?
—Me junté con mis compañeros de colegio en un asado. Mis papás ya sabían. Y me paré y les dije: “Che, chicos, les tengo que contar algo. Soy gay. Ya sé que algunos lo saben, otros pensaban o averiguaron”. Bueno, algunos me abrazaron, otros lloraron, pero ya no habría un tema de WhatsApp al otro día tipo: “Che, ¿vos decís que el gordi es gay?”. No, ya está.
—¿Andabas enamorado en esa época?
—Sí. Fui, soy, muy enamoradizo, y la paso fatal porque soy muy sensible. Tuve dos novios. Primero también tuve una novia. Posta, estuve enamorado de una mujer, porque la amaba. Ella sabe y se ríe de eso porque hoy somos amigos. Después conocí acá en Buenos Aires a un chico, con el que estuve cuatro años de novio.
—¿Ese fue tu primer novio?
—Sí, pero había un pequeño problema: él era “tapado” y nadie sabía que era gay. Se relacionó con todo mi entorno pero sus amigos, su familia, no sabían que yo existía. En un punto, después de cuatro años dije: “Ya está. Yo me merezco que alguien me lleve de la mano en la calle”. Que tampoco soy así, eh; no soy muy demostrativo.
—¿Cuándo surgieron las ganas de dedicarte al humor?
—En 2015, cuando todo el mundo arrancó con Instagram a subir los videos de 15 segundos. Estábamos comiendo con mis amigos y yo les enseñé una técnica para cuando comés mucho, que te quedás con la respiración cortita, que no podés ni hablar. Había que estirar los brazos para atrás y ahí se abría la boca del estomago, algo así. Ellos estallaron con eso, lo subí a Instagram y tuvo repercusión. Ahí empecé a subir y subir videos.
—¿No había un sueño previo de ser famoso?
—No, pero desde chiquito ya en mi casa hacía shows con las sábanas: llenaba todo el living como si fuera un evento con telas y armaba shows ahí con mi hermano. Ponía las luces de Navidad. Yo actuaba y cantaba. Y sí o sí tenían que venir mi mamá, mi papá, mi abuelo, mi abuela.
—¿Tu familia cómo era en ese momento?
—Siempre fue muy abierta, me acompañó con todo. Para mí fue fuerte cuando iba en contra de todo, no haciéndome el rebelde, sino siendo libre.
—¿Cómo te volviste amigo de Tini?
—Por Lizardo Ponce. Yo la amo a ella. Es muy buena en serio. Me hice un montón de amigos. Pero eso fue también el medio, que te va llevando a conocer gente en eventos y yo soy muy sociable.
—¿Y de qué te agarrás para hacer humor?
—De las cosas que a la gente la frustra y que en realidad le tenés que buscar el lado contrario a eso, y decir: “Todo se puede resolver”. Sí existen momentos donde uno se desespera, tiene ansiedad, ira, todo eso. Pero si te tranquilizás, lo pensás y ponés de vos, lo resolvés.
—Con la obesidad pudiste hacer un humor, que enseña también. Los argentinos tenemos un tema con la discriminación y la gordofobia.
—Sí. Es muy raro, porque me pasa de ir a locales de ropa, bueno, hoy en día ya no porque hoy todo es oversize, big size, todo salió así… Pero hace unos meses yo iba a cualquier lugar y veías un talle XXL entallado. La verdad: no conozco persona obesa entallada. Como que tampoco apuntan al cuerpo básico de una persona que tiene obesidad. Nunca me entra la ropa de ningún lado. Hay una sola marca que siempre usé, que un día me llamaron y me dijeron que querían que fiera su embajador, y yo no lo podía creer.
—¿Y qué pasa con esa discriminación?
—No sé por qué está tan mal visto ser obeso y decir: “Ah, el obeso no puede hacer esto”, “No puede ir a tal lugar” o “No es una buena imagen para esto, no te suma en algo”. No sé por qué nos tratan como si fuéramos personas inferiores. La verdad que yo conozco un montón de gente súper talentosa a la que no le importa nada y va por todo.
—También se vincula la obesidad con la salud.
—Sí. Eso como que te lo remarcan todo el tiempo: “Ah, si sos obeso es porque tenés una mala alimentación, porque no vas a gym”. Mirá, yo soy obeso y me hago estudios, y tengo colesterol, lípidos, todo perfecto y el médico me dice: “Sos una persona que come en exceso cosas saludables”. La otra gente, que está del otro lado y que ve a personas con sobrepeso, piensa que no somos conscientes de que saludablemente no estamos haciendo lo correcto. Y la realidad es que sí estamos haciendo lo correcto, porque estamos haciendo lo que queremos.
—¿Cómo fue tu paso por Cuestión de peso?
—Estuvo muy bueno. Conocí un montón de gente, de historias. Empaticé con muchas cosas que también me sirvieron, que yo no las veía; aprendí un montón. Yo ahí estando y compartiendo, porque se grababa 13 horas por día con gente más grande y más chica, hombres, mujeres, padres, aprendí cómo quiero estar o sentirme en un futuro.
—¿Es verdad que en ese momento sufrías mucho la falta del celular?
—Sí, soy adicto al celular. Y todos mis amigos, cada vez que nos juntamos, me dicen: “Dejá el celular”. Es que no puedo. Todo el tiempo me habla gente y a mí me gusta responder todo. No soy colgado: vos me mandás un mensaje y ya estoy en línea, te respondí.
—¿Hubo trastornos de alimentación?
—Sí. Cuando era chiquito me escondía para comer chocolates. Y mis papás ya sabían dónde estaba yo.
—Leí que tuviste anorexia en algún momento.
—Sí, fue para la cena de egresados del colegio, el último año. Mis compañeros estaban todos divinos, flacos, que esto, que lo otro. Yo me compré un traje tres talles menos y dije: “En ese traje voy a entrar”. No comí más. A la cena de egresados, ¿viste el olor que larga el ser humano cuando no come? Bueno, así fui. Estaba chupado. Y ya al otro día, bueno, me comí todo.
—¿Cómo se dio la decisión de venir desde Salta a Buenos Aires?
—Porque quise estudiar Medicina. Para mí fue increíble venir, me abrió la cabeza en todos los sentidos. Conocí otro tipo de gente, otras realidades, otros intereses.
—Pero era para estudiar Medicina, no para ser actor ni hacer humor.
—Claro, cuando pasó lo que conté de los videos, dije: “Chau Medicina, estudio artes escénicas, hago un curso de stand up”. Hice todo eso con lo que me sentía re feliz. Eso sí me llenaba un montón.
—¿Cuál es el momento de mayor felicidad que te viene a la mente?
—Yo tenía un problema en el pie, no podía caminar, y me hicieron un injerto de células madre y ahí fue cuando me cambió un montón la mirada sobre las cosas. Con tiempo lo solucioné, volví a aprender a caminar, y eso creo que fue lo que más me marcó de felicidad. Tenía 15 años.
—¿Por qué te había pasado eso?
—Tengo una enfermedad que se llama hemofilia, afecta la circulación de la sangre, y se me habían armado unos quistes crónicos internos en el pie derecho y no podía caminar. Me operaron y ahí fue que cuando volví, dije: “Arranca otro Leandro, es otra persona”.
—¿Y lo de la hemofilia, cómo sigue?
—Muy bien. La verdad que la supe llevar bien desde chico porque me alimenté mucho de información. Todo el tiempo quería saber. Hablé con médicos, me hice parte de la Fundación de la Hemofilia, donde soy over-size, hice viajes con ellos a meetings de hemofilia en todo el mundo…
—¿Las ganas de ser médico, creés que tuvieron que ver con eso?
—Sí. Y que todavía a veces me persigue. Soy muy médico, eh: yo medico a mis amigos.
—No, señor, no lo haga…
—(Risas) Pero hice fármaco y todo. Me saqué 8, eh.
—Bueno, pero medicar no. Ahora, si me golpeo y estás en casa, me podés ayudar.
—Soy tipo primeros auxilios siempre. Me encanta. Me encantaría poder ser médico. Pero qué pereza estudiarlo todo. Porque me acuerdo que fue un montón. No descarto volver, igual. Por ahora, este año además de Estamos en una, estoy tratando de escribir un stand up. Y me recibo de abogado también.
—¿Te da fiaca estudiar Medicina y estudiaste 200 años para ser abogado?
—No, en realidad no es difícil. O capaz que yo me siento y adquiero (conocimientos) rápido. En comparación, esto es un cuarto de lo que es Medicina.
—Conductor, influencer, abogado: no parás…
—Y este año me caso también. Ah no, mentira (risas). No, no, nunca más quiero estar de novio en mi vida. Me llevé una decepción muy grande del amor. La gente no mide. No tiene responsabilidad afectiva. No valora.
—¿Te rompieron el corazón?
—Obvio. Estaba muy enamorado y cortamos, pero al mes me lo crucé con otra persona y ahí es cuando dije: “No es así”. Hay cosas que no se hacen… Pasa que yo le llevaba cinco años, él es muy pendejo, no entendía. Uno cuando es pendejo se duerme, no llega a lugares, hace lo que quiere. Entonces no puedo así. Necesito alguien de mi edad que me sume y me valore, y me haga crecer.
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