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Kim convierte al tenebroso Fouché de Zweig en novela gráfica sobre el “vicio” del poder

Sergio Andreu

Barcelona, 15 oct (EFE).- El veterano historietista Kim ("padre" de "Martínez el Facha") no tenía ni idea de quién era Joseph Fouché cuando cayó en sus manos la biografía que Stefan Zweig dedicó a este personaje sanguinario, paradigma del político veleta, y protagonista ahora de una novela gráfica basada en el libro del escritor vienés.

"Fouché, el genio tenebroso" (Norma) da título a una obra a la que el dibujante barcelonés ha consagrado sus tres últimos años (nacida de los tiempos muertos pandémicos), centrada en un ser intrigante que gestó su poder durante la Francia revolucionaria de finales del siglo XVIII, pero que cambió de bando -tantas veces como le fue necesario- para salvar su pellejo, en un momento en el que los cuellos cotizaban a la baja.

Kim aprovechó que los derechos de autor de Zweig acababan de prescribir para sumergirse en la vida de Fouché (1859-1820), nacido en Nantes en el seno de una familia de mercaderes de la pequeña burguesía, predestinado, por un carácter pusilánime e introvertido, a convertirse en un simple cura de provincias.

Sin embargo, la fe religiosa no cuajó, y por esos giros extraños de la historia (que Zweig supo captar tan brillantemente en sus libros) se transforma en un camaleón social, conspirador capaz, desde las sombras, de acabar con las vidas de quienes se interponían a sus designios, con el todopoderoso Robespierre, su archienemigo, como la principal pieza de caza mayor de su largo y sangriento historial.

"Fouché se parece un poco a los políticos actuales; bueno él mató a mucha gente, los de hoy en día quizás no tanto -ironiza el autor- pero es por la manera de convivir con todo lo que le rodeaba, con la política, con el clero, los desfavorecidos, los ricos… supo acomodarse al poder, y murió en la cama como cualquier buen estafador o dictador", resume el dibujante a EFE.

A sus 81 años, Kim, diminutivo "artístico" de Joaquim Aubert, demuestra un brío sorprendente, de ojos curiosos, aquí por esta perversa figura de la Revolución, que tras ser elegido diputado por los moderados girondinos, les traiciona, para pasarse a las filas jacobinas, apoyar la decapitación de Luis XVI y transformarse en guadaña del periodo de El Terror.

Elegido procónsul, es clave en la sangrienta represión contra los burgueses de Lyon, brutal masacre de miles de ciudadanos que Kim muestra de forma detallada, ayudado por la asepsia del texto de Zweig.

Cuando su radar le advierte de que la violencia extrema -y el anticlericalismo al que también se ha sumado- cotiza a la baja, da un paso atrás y, a pesar de estar en el punto de mira por su historial de sangre, salva el pescuezo, pero tiene tiempo suficiente para señalar a Robespierre durante el golpe de Termidor en 1794: sería el fin de "el Incorruptible".

"Es increíble, cambió de chaqueta una y otra vez, lo que hiciera falta. No sé bien cómo está visto actualmente en Francia, creo que como alguien extremadamente astuto, por eso tengo ganas de saber cómo recibirán allí el libro", se cuestiona Kim.

En un nuevo giro, Fouché pierde su fortuna por la revuelta de la colonia de Santo Domingo, y aunque durante un tiempo se ve obligado a vivir cuidando cerdos, su "valía" para culebrear entre bastidores, pasar desapercibido y poner oreja, hace que desde la cúpula del creado Triunvirato le sitúen de nuevo en el tablero de juego, como un "conseguidor" primero y luego como Ministro de Policía.

Desde ese cargo, malla ideal para su escurridizo cuerpo, crea una red de confidentes y espías (tuvo gargantas profundas incluso en las alcobas de la futura emperatriz Josefina) que le permitieron continuar en la cúspide.

"No le gustaban las mujeres, no le gustaba el cachondeo, no le gustaba nada el juego, era un asceta. Eso es quizás lo que más me ha sorprendido, porque estos tipos siempre están ligados con el disfrute mundano, con el sexo. Pero él era un burócrata al que le gustaba el poder. Disfrutaba con el poder, era su vicio", afirma el autor.

Senador napoleónico, más tarde, tras dejar atrás al molesto "lastre" Bonaparte, Fouché abraza, jurando en falso otra vez, la restauración borbónica con el hermano del rey que él mismo había votado decapitar, Luis XVIII, que le necesita y quien sería -en un exceso de guión de culebrón- testigo de su segunda boda.

"Sabe todo lo que ocurre en Francia, las amantes que tiene cada personaje público, hasta de Napoleón. Tenía un poder increíble, la gente le tenía terror, podía hundir a quien quisiera", resume el dibujante sobre este hermético sátrapa.

Sólo al final de sus días, cuando Luis XVIII se vio asentado en el tambaleante trono, Fouché, ahora Duque de Otranto, cae en desgracia; sus supuestos aliados -el zar Alejandro I, Wellington…- se olvidan de él y comienza un exilio por el imperio austríaco: Linz y luego Trieste, donde, solo y sin entender nada, muere, no sin antes llamar a un sacerdote, uno de esos a los que había calificado de "infames embusteros", para que le abra las puertas a su siguiente vida.

Contar todo esto ha obligado a Kim a utilizar "mucho mucho" texto: "Es lo que más miedo me daba, me di cuenta de que tenía que meter cuatro o cinco líneas por viñeta. Pensaba que iba a ser un problema, pero nadie me ha dicho que le haya parecido un rollo", señala orgulloso.

En cuanto a lo gráfico, el dibujante -coautor junto a Antonio Altarriba de las multipremiadas "El Arte de volar" y "El ala rota"- mantiene la distorsión caricaturesca de los rostros de sus personajes y es fiel también a su trayectoria estilística: "Nada digital, tinta china y acuarela, como se hacía antes. Le he metido muchas horas, me he dejado la vista, pero creo que ha merecido la pena", desvela satisfecho. EFE

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(foto)

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