El creciente escándalo de Alberto Fernández y las señales de Cristina Kirchner sembraron más incertidumbre al peronismo
El daño real que generó el escándalo de Alberto Fernández aún es imposible de determinar para el peronismo. No hay dimensión absoluta de hasta dónde puede llegar a empeorar la situación del espacio político, que ya parece haber digerido la derrota electoral pero que aún sigue sin poder consensuar una estrategia política y comunicacional común.
”Lo de Alberto nos va a afectar mucho. El problema es que no sabemos cuánto y de qué forma”, reflexionó un intendente peronista del conurbano, que se aferra a la teoría de que en este tiempo la dirigencia tiene que estar en los barrios, cerca de la gente, y sin levantar demasiado la cabeza en los medios. Hablar menos y hacer más, asegura que es de lo que se trata.
La causa de los seguros sumado a la denuncia por violencia de género acorraló a Fernández y expuso a la dirigencia peronista al escarnio oficialista. El desmarque fue rápido y comprensible para la vida interna de la coalición. Nadie quiere estar cerca del ex presidente. Solo están los de siempre. El sostén político y emocional que tuvo durante todo su gobierno y que aún sigue manteniendo pese a las acusaciones que caen sobre su espalda.
La renuncia de Fernández a la presidencia del PJ frenó los reclamos internos que había y que se iban expandiendo por las diferentes vertientes del peronismo. Además, le sirvió al conjunto de la dirigencia para encerrar, aun más, al ex presidente en la soledad política. Él y nosotros. Dos cosas separadas. Dos realidades. En definitiva, fue un argumento más para despojar a Fernández de la marca peronista.
¿La gente pasará la factura en las próximas elecciones? ¿Perjudicó el posicionamiento público del peronismo como oposición? ¿Contribuye a desgastar la identidad y el mensaje político de Unión por la Patria? Nadie tiene respuestas. Todos tienen una enorme preocupación porque la novela continúe sin tiempo límite debido a la filtración de los chats del ex jefe de Estado. Una historia con principio y sin final a la vista.
En paralelo, Cristina Kirchner dio una muestra de liderazgo el día que le tocó ir a Comodoro Py a declarar en la causa por el intento de magnicidio. El kirchnerismo dejó de lado las diferencias internas y se alineó detrás de la jefa política del espacio. Una señal que mostró verticalismo y aceptación sobre el rol que ocupa, más allá de los cuestionamientos que ha recibido en el primer semestre.
Es un gesto positivo para CFK, ya que, por primera vez, las críticas a su conducción y los pedidos para que se cambie la metodología a la hora de cerrar las listas de candidatos, nació desde el corazón K. Como nunca antes había pasado, lo que significó una daga que dañó el tejido de poder que recubre la ex presidenta. Por eso el alineamiento para cuestionar a la justicia federal mostró que, al menos por ahora, hay una sola jefa y es ella.
Frente a los dos sucesos, en el peronismo volvieron a surgir dudas sobre si hay o no un camino abierto para plantear una renovación del espacio político. Y, sobre todo, si lo que queda de este año es el momento indicado para dar una discusión pública sobre la necesidad de que surjan nuevos liderazgos y la mesa chica del mundo K, sume más sillas para que el debate sea más horizontal.
El entorno político de Axel Kicillof sigue trabajando, con menos ánimos de confrontación, diversificando en algunos plenarios la idea de que hay que cuidar y encumbrar al gobernador como el líder del espacio en el territorio bonaerense. “Axel es el emergente. Tiene el liderazgo administrativo y es necesario que tenga también el liderazgo político“, aseguran los intendentes que trabajan en su armado preelectoral y territorial. Y repiten: “Axel tiene que conducir el proceso político”.
Los reproches siempre van direccionados al mismo lugar: La Cámpora. Espacio al que acusan de limar la figura política del Gobernador, más allá de que integren la gestión y que atraviesen una etapa de tensa calma. Por eso, en ese contexto de desconfianza permanente, la presencia estelar de CFK en Comodoro Py y el Instituto Patria, es interpretada, puertas adentro, como un gesto de distensión.
“Seguimos parados en el mismo lugar. Otra vez mirando lo que hace Cristina. No hay avance. Nada cambió”, se quejó un diputado nacional, que está harto de que la vida del peronismo gire alrededor del apellido Kirchner. Pero que no encuentra fuerzas suficientes para dar una batalla de poder potente en las entrañas peronistas.
Hay dos puertas para ingresar a esa discusión. Una es en la provincia de Buenos Aires, desde donde se eleva el reclamo para darle un lugar principal a Kicillof. La otra es a través del Congreso, donde en las dos cámaras hay legisladores que analizan, y dudan, la posibilidad de romper el bloque opositor o, de mínima, armar un interbloque para diferenciarse del kirchnerismo duro.
Las peleas son las mismas. Las necesidades y las advertencias, también.