Caso Daniela Pini: “Mi madre y su pareja me robaron la infancia, me ultrajaron: necesito que paguen por eso para poder sanar”
La joven que hoy tiene 28 años cuenta que primero vivían en Villa Domínico, luego se mudaron a Sarandí. Y cuando asomaba la noche, se iniciaba el calvario: “Desde que recuerdo y tengo memoria, él abusó de mí. Yo tenía dos años cuando se juntaron. Mi memoria de nena no llega hasta ahí, pero a medida que fui más grande a los cinco o seis más o menos, sí empecé a tener conciencia de lo que me hacía. Dejaba a mi mamá en su cama, salía del cuarto y se acercaba a la mía. Ella sabía y no hacía nada. ¿Por qué afirmo que tenía conocimiento? Porque ocurría todas las noches. Un adulto se da cuenta cuando su pareja se va de su lado y tarda demasiado en volver. Entonces se acercaba y me tocaba. Primero metía su mano entre las sábanas, luego en mi ropa interior, sus dedos en mi vagina durante un rato… A medida que iba pasando el tiempo se animaba a hacer más cosas: me besaba, me hacía sexo oral, me hizo tocarlo también, se masturbaba… Hoy gracias a la contención que me dio el resto de mi familia y las distintas psicólogas que me asistieron, ayudaron y fueron fundamentales en todo este proceso, no solo puedo, sino que quiero contarlo para que se haga justicia. La necesito, la exijo para poder sanar…”.
Mientras da la entrevista, su padre la acompaña, como lo hizo todo el tiempo desde que Daniela decidió dejar aquella casa del horror donde se sentía ultrajada e indefensa: “Recién a los 14 pude juntar coraje para irme, dejar la casa donde tanto había sufrido. No fue nada fácil, me atreví y lo denuncié en un juzgado de Avellaneda y después partí para siempre. A hacer la denuncia me acompañaron mi mamá, mi tía y mi papá, que se quedó conmigo. Pero ahora me vengo a enterar de que en ese momento ella no ratificó la denuncia, no quiso, algo que era necesario porque yo era menor de edad. Claro, cómo lo iba a hacer si ella era cómplice de todo lo que me hacía a mí y a otras nenas, se lo conté varias veces y nunca me escuchó…”.
Lo que Daniela le relató infinidad de veces a su madre, hasta el cansancio podría decirse, fueron más atrocidades, que ahora sí forman parte de un expediente iniciado por su representante legal, el doctor Matías Morla a través de una nueva denuncia presentada el 19 de diciembre en la Fiscalía General de Avellaneda. El abogado entiende que los hechos deben ser calificados como “abuso sexual gravemente ultrajante reiterados en concurso real con el delito de abuso sexual con acceso carnal doblemente agravado por resultar el encargado de la guarda”. Morla deja en claro e insiste con que el delito es de los más aberrantes que se puedan cometer “porque se aprovechó de la situación de convivencia preexistente y cometió además el delito de corrupción de menores agravado por su condición de conviviente. El agravante es que todos estos hechos no hubiesen sido posibles sin la colaboración y la aceptación de la progenitora de mi cliente, por eso a ambos les cabe la misma responsabilidad y calificación”, explica con énfasis el letrado.
A propósito, Daniela vuelve a destacar lo dañoso que le resultó que su madre no hiciera nada para impedir el accionar de su pareja: “Por eso insisto con que ella era cómplice. Te voy a dar más detalles que demuestran la crueldad de ambos. Ella no solo lo sabía, además lo incitaba. Decía que nosotros éramos noviecitos y que le tenía que dar besos en la boca. Me hacía sentar arriba de él. Cuando me sentaba, él me movía en forma de círculo, era horrible para mí, una tortura. Ella no me tocaba pero presenciaba. Así durante ocho o nueve años, imagínate cómo me sentía”, relata conmovida pero firme y segura de su reclamo y necesidad de justicia. Y agrega: “No pienso parar hasta lograrla, tengo la fortaleza que me brindó mi familia y las profesionales que me contuvieron y me dieron fuerzas para lograr el objetivo. Mi madre y su pareja me robaron la infancia, me ultrajaron: necesito que paguen por eso para poder sanar”, sube la apuesta convencida de la necesaria decisión que tomó para aliviar tanto dolor del pasado.
Daniela explica más detalles relacionados con la denuncia que presentó cuando era adolescente: “Me habían hecho la revisación médica, pero hablaban de abuso, no de violación, porque sostenían que no hubo penetración con su miembro. Hay que ubicarse en el contexto de hace catorce años. En ese momento no se contemplaba porque decían que no estaba lastimada ni lesionada, y entonces no le dieron entidad. Increíble, cuando ese tipo me había hecho sexo oral, tocarlo, me besaba, pasaba su pene por mi cara… Me sentía abandonada, tenía terror. A mi mamá cuando se lo decía me trataba de mentirosa, enloquecía. Me gritaba p…, prostituta, cuando yo a esa edad ni siquiera sabía lo que significaba. Insistía con que yo lo provocaba, que le estaba robando el marido. Cuando me fui de esa casa, mi madre me dijo que ella me echaba, que ni se me ocurriera pensar que me iba porque yo lo había decidido, que había muerto para ella. No quería darme mis cosas, la asistente social la obligó a darme mi ropa. Fui con mi papá a retirar todo y no volví nunca más”.
En la causa que se abrió aparecerán como testigos otras posibles víctimas que se animaron a contar lo que vivieron: “Nunca se habían atrevido a contar, pero ahora al surgir lo mío, quieren y tienen la necesidad de hacerlo. Es que él tocaba a otras chicas que se quedaban en casa y mi mamá lo sabía. Así era y es con todos nosotros. En esa casa también vivía mi hermano más grande y el hijo de este hombre con otra mujer. A los años nacieron mis dos hermanitos más chicos. Yo llegué a vivir con ellos. Mi hermanastro vio como me sacaba fotos mientras dormía, me bajaba la ropa y fotografiaba mi vagina. Al mayor lo mataban a palos, le decían que era una m… , una basura. Tiene tres años más que yo. Él también se fue un año después. Desde entonces vive con mi papá. Se llama Omar David y papá Jorge David. Su pareja nos súper ayudó. Ellos fueron lo mejor que me pasó en la vida. Mi mamá sigue lastimando a los más chiquitos, la padecen, los maltrata. No lo tolero. Tengo comunicación y me entero de todo. Quiero hacer algo por ellos. Sé que esto de denunciar va a servir para que no vivan más ese calvario. Ella rehízo su vida, se volvió a casar y sigue con el maltrato. El que me abusó tiene otra mujer y otras hijas, no quiero ni pensar”, detalla.
Desde que se fue a vivir a casa junto a su papá, Daniela cuenta que empezó a sentirse más segura, a perder el miedo muy de a poco. Fue creciendo siempre con el dolor que retumbaba en su mente. Le costó soltar a otras personas ese secreto que la atormentaba: “Primero me animé a decírselo a mi noviecito de los 20, después a mi mejor amiga de la secundaria. Y empecé a darme cuenta de que me creían, porque hasta ahí no tuve fuerzas para hacer nada. En lo único que pensaba era en irme lejos. Ya no deseaba vivir en la Argentina, sentía que mi vida fue manejada por ellos y quería ser dueña de mi propia existencia, tomar mis propias decisiones. Irme fue la manera que encontré en medio de tanto dolor. Fui a México por el idioma. Deseaba una mejor vida. Fue lo mejor que hice. Soy licenciada en terapia ocupacional, pero como fui a probar suerte, empecé de abajo, como mesera en Cancún. Me fue súper bien, hice amigos, así durante dos meses. Éramos un grupo, algunos nos fuimos a los Estados Unidos, yo de vacaciones, otros a España, Nueva Zelanda… Vivía en un hostel y conocí mucha gente”, explica lo que según ella fue el punto de partida de su recuperación.
Su viaje a los Estados Unidos estaba pensado por dos semanas, se había propuesto recorrer ciudades, pero cuando llegó a Miami, se quedó para siempre, no solo porque se enamoró de la ciudad: “Conocí a Julián, que nació en la Argentina pero pasó toda su vida allá, me enamoré también de él y nos casamos hace un año. Me da confianza, me apoya en todo, me comprende, porque todo lo que viví en el pasado me dejó un montón de traumas que sigo trabajando, sobre todo en la parte sexual porque afecta mucho. Al intimar con tu pareja afloran todos los recuerdos. El ‘hoy no quiero, no me toques’, sigue a flor de piel. Hay que explicarlo porque el otro puede sentir rechazo. ‘Ahora no me abraces porque no lo puedo tolerar’, le decía y me comprendía en todo. Fue muy difícil. Yo no era de estar en pareja por todo lo que me pasó. Pero él es distinto, un amor, me apoya, me entiende, siempre está para mí. Lo de la denuncia lo hablé con Julián y me dio las fuerzas para realizarla, me dio apoyo incondicional también para contárselo al resto de mi familia. Por eso me decidí, necesito justicia, que estas personas paguen por lo que hicieron, no solo a mí. A las nenas que se quedaban en casa también las tocaba, se arrodillaba al pie de la cama. Mis compañeritas del jardín dejaron de ir a mi casa, mi tía que tenía cuatro años más que yo lo mismo porque también la abusaba. Ella recién me lo contó este año”, describe acongojada.
El doctor Matías Morla vuelve a intervenir para hablar de cuestiones técnicas de la causa, pero también de sensaciones relacionadas con lo humano “La historia de Daniela nos conmovió en el Estudio. Porque si bien tenemos mucha experiencia en casos de abusos, en el de ella en particular se suma la complicidad de su madre con el abusador. Su mamá no ratificó la denuncia que Daniela se animó a hacer cuando era una adolescente y ese fue un golpe muy duro para ella. Hoy la estamos acompañando en este proceso buscando que ella tenga Justicia. Por eso vamos a pedir una serie de medidas que tiene que ver con allanamientos en la casa del padrastro y la madre. Queremos que la justicia busque material, evidencia. Sabemos que este perverso sacaba fotos por lo que las puede tener aún en su poder. Y por supuesto que pediremos su declaración indagatoria. Hay mensajes, charlas, textos de Whatsapp que confirman los abusos. Familiares y personas que tenían vínculos directos con la familia y con Daniela dan cuenta de ese calvario que vivió. Nosotros pudimos bajar esos mensajes y mediante una escribana pública los certificamos para acompañarlos en la causa”.
A horas de subirse al avión para retornar a Miami luego de los trámites judiciales, Daniela Pini asegura que la terapia que recibió de distintas profesionales fue clave para salir adelante: “Porque te sentís siempre culpable, es inevitable. Mi psicóloga de Argentina me apoya mucho, con ella estoy hace un año y me súper ayuda, me hace sentir tan segura que no quiero cambiar por otra de los Estados Unidos. En estos días en Buenos Aires vi a toda mi familia que la extraño demasiado. Fueron semanas muy intensas y estresantes. Pero a la vez estoy muy contenta y orgullosa de mí misma. Espero que se haga justicia por mí, por mis hermanos, por mi tía, por todas las personas abusadas de una u otra manera. Ahora estoy abrazando a mi papá y no lo quiero soltar, somos como mejores amigos. Él me contuvo en mi peor momento, me recibió en un hogar digno. Si no, quizás hoy no estaba acá”.